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martes, 12 de enero de 2010

El ser humano: Un ente social o individual



AISLADO. EL INDIVIDUO QUE SURGE CON UN BAJO NIVEL DE INTERÉS SOCIAL NO DESARROLLA LA CAPACIDAD DE MERCADEAR CON ACIERTO EN EL MUNDO INTERPERSONAL







Santo Domingo.- Cada ser humano se debate entre la individualidad y la colectividad, pero ¿hasta qué punto es saludable estar sólo y tratar de resolverlo todo por cuenta propia? ¿Qué tan necesaria es la presencia de otros seres humanos en el desarrollo sano de la propia vida? Estas y otras interrogantes acerca del individualismo y la sociabilidad han apasionado a pensadores de la conducta.


Luis Montalvo, psicólogo director de la Unidad de Salud Mental de Cedimat define el individualismo como una postura ante la vida: “Es una actitud mental, una percepción del mundo individual y el interpersonal, el de las cosas y personas”. Esta filosofía de vida inicia en el desarrollo del niño en la familia.


Teorías

Montalvo refiere que Sigmund Freud y Alfred Adler fueron psicoanalistas cuyas obras y teorías tocaron el individualismo.“Mientras Freud nos presentó que la formación de la personalidad del niño se fragua en base a una relación con la madre y con una alianza que hace con su padre luego del complejo de Edipo, Adler entendió que esta postura estaba incompleta”, dice.


Para Adler, el desarrollo social del individuo es vital y nace en la “constelación familiar”. El pensador austríaco vio la familia como un juego de fuerzas que giran entorno al individuo y hacen su mundo. Es a partir de las experiencias del niño en el seno familiar que aprende a diferenciar el mundo individual y el social. Rudolph Dreikurs fue quien dio sentido clínico a las teorías de Adler al fundar el instituto con su nombre en Chicago.


Lo básico que se debe saber de este tema

La familia es una célula donde se aprenden las bases de la sociedad. Una de las enseñanzas básicas debe ser el concepto de interés social, el cual está relacionado con una apertura hacia el otro, es aprender a dar y recibir, comunicarse y entender las necesidades ajenas.


“Entendiendo esto el individuo hace mejores relaciones de pareja, es mejor padre, amigo, socio y ciudadano y desarrolla la capacidad de mercadear en el mundo interpersonal, pero el individuo que se desarrolla con un bajo nivel de interés social tiende a convertirse en un individualista”.


Equilibrio entre “yo” y “nosotros”A la tendencia a actuar según el propio criterio y no de acuerdo con el de la colectividad se le llama individualismo, postura moral y filosófica que se contrapone al gregarismo. Tan negativo es radicalizar el primer concepto como el segundo, pues el individualismo ciego podría llegar a convertirse en patológico, mientras que el gregarismo puede imposibilitar la toma de decisiones propias.


Luis Montalvo, psicólogo y director de la Unidad de Salud Mental de Cedimat, indica que el primer síntoma de individualismo se vive en la adolescencia, sobre todo si el niño ha tenido una familia muy gregaria. “Al llegar a la adolescencia ese niño ve que puede hacer uso de su libertad y tomar iniciativas”. Esto es normal, pero sin la guía adecuada, este joven podría convertirse en un inadaptado.


Lo saludable es criar a los niños con su propio espacio, pero también en un ambiente de consenso y respeto en la relación grupal, con padres y hermanos, de lo contrario puede crearse un individuo que no se acomoda a actividades que se llevan a cabo en grupos. Suele suceder que los hijos únicos, que crecen sin haber interactuado, que luego sean incapaces de colaborar en el mundo social o laboral.


Dos extremos“Cuando un ser humano crece sin haber compartido nada con nadie, cree que el mundo es así y, cuando se casa o llega a una empresa en el mundo laboral, le es difícil trabajar en equipo, colaborar porque no lo ha aprendido”, dice Montalvo. Añade que esto puede resolverse en la adultez en terapias de grupo.


Este nivel de individualismo e incapacidad de sociabilizar es tan negativo como ser muy gregario. La gente gregaria padece el llamado trastorno de dependencia: personas inseguras, incapaces de decidir, sin gustos propios, que no saben adónde ir si no les indican, que temen estar solos, temen fracasar y hay que enseñarlos a tomar riesgos.


“Hay que tener una dosis de individualismo, tener suficiente riqueza interior de disfrutar de actividades que se realizan en solitario como leer, oír música, escribir. Hay quienes no han aprendido a vivirlas, personas que no saben explorarse, que les da miedo”, dice el médico. Explica que el equilibrio en este sentido hace la diferencia: tan negativo es ser individualista al extremo, como demasiado social.


El tímido

Cuando la tendencia a vivir solo, a depender exclusivamente de uno mismo y a hacer las cosas de modo personal sobrepasa los límites, el individuo podría estar internándose en el plano patológico. “Se comienza a huir de los demás, de lo que es competitivo, de lo que significa tener que compartir”.


No se debe confundir individualismo con timidez o fobia social. Montalvo expresa que el tímido es distinto al solitario patológico. El tímido o fóbico social teme al ridículo y al rechazo y, para evitar esto, prefiere estar solo, para no sufrir o exponerse a las burlas; sin embargo, son seres ávidos de la gente, que envidian a aquellos que disfrutan y comparten en grupo, no se conforman con la soledad.


El individualismo como fenómeno social

Sociológicamente: La socióloga brasileña Mary Castro establece un paralelismo entre la modernidad y una individualidad narcisista que contradice la solidaridad asociativa y otros elementos indispensables para la salud social. De sus textos puede entenderse que esta manera de asumir el individualismo en la modernidad puede tomar un giro distinto si se incrementa la solidaridad.


La escritora dominicana Chiqui Vicioso plantea en un ensayo que en el individualismo pueden resumirse el materialismo y el nihilismo; así mismo, acusa al individualismo de propulsor de la lucha de clases. En cambio la escritora dominicana Mercedes Cheheen considera que el individualismo es un mecanismo fallido en la búsqueda de la verdad del propio ser, pues no empleamos este mecanismo con benevolencia, sino como parte del ultraje a los demás.


Individuos aislados

La personalidad esquizoide define a un individualista. Se trata de un individuo solitario que vive adaptado a su soledad, no necesita de los demás, no le interesa. Regularmente no se casa y si lo hace es por conveniencia, viven tranquilos y se sienten autosuficientes. No es un loco, vive para él sin hacerle daño a nadie. No molesta ni permite que lo molesten, y molestarlo significa “buscarle el lado”.


Más allá de la personalidad esquizoide están los psicópatas y narcisistas. Estos individualistas ven al conglomerado de la sociedad como un campo de explotación. Viven solos, pero están convencidos de que los demás pueden servir a sus intereses y hacen incursiones en el mundo social para aprovecharse. Se sienten el centro del mundo.


¿Cómo cambiar?

La persona con personalidad esquizoide debe entrar en crisis para cambiar. Debe ocurrir algo en su vida que le demuestre que no se puede vivir así. Lo mismo ocurre con el psicópata y el narcisista. “Todos pueden chocar en la vida con momentos en los cuales necesiten de los demás porque si no logras que entren en contradicción con su vida y su forma de ser, no se logra la motivación suficiente para el cambio”. Las terapias de grupo ayudan y deben acercarse a un especialista.


“Un niño que se vea que va en ese camino la solución es involucrarlo en deportes, pues son experiencias terapéuticas en torno a la socialización”, dice Montalvo.

Li Misol / Listín Diario

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